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La guerra de civilizaciones en Medio Oriente y el mundo

Escrito por Antonio Peña Jumpa

El sábado 22 de junio de 2025, por la noche, Estados Unidos ingresó a la guerra que protagonizan Israel e Irán en el Medio Oriente. EE. UU. lanzó bombas «antibúnkeres» contra instalaciones nucleares en Irán confirmando y justificando su rechazo a que este país pueda elaborar una bomba atómica o nuclear.

El hecho confirma la agudización del conflicto en el Medio Oriente, mostrando efectivamente que el mundo confronta un nuevo contexto internacional: el conflicto de civilizaciones. Israel insistía en la intervención de EE. UU. en la guerra, desde una coalición occidental, para conseguir la rendición inmediata de Irán, identificada como parte de la civilización musulmana. Sin embargo, esta rendición no parece venir. Por la naturaleza del nuevo tipo de conflicto o guerra, caracterizado por identidades religiosas diferentes, los efectos se presentan, más bien, inciertos y pueden ser más catastróficos.

La siguiente nota fue escrita hace una semana, cuando recién se había iniciado la guerra entre Israel e Irán. Si bien algunos hechos han cambiado, ello no afecta su contenido referido a la nueva guerra de civilizaciones que se constata.


Lo que vivimos en el mundo desde hace varios años es un choque de civilizaciones, como había sostenido Samuel Huntington en 1993[1]. Pero los recientes acontecimientos ocurridos en el Medio Oriente nos llevan a afirmar que se trata ahora de UNA GUERRA de civilizaciones: entre Occidente, a través de Israel (y el apoyo de Estados Unidos), y el islam, a través de Irán (que simboliza, aunque parcialmente, la civilización musulmana). La presente nota es escrita tras la cuarta noche de bombardeos y envíos de misiles de ambos Estados, con cientos de muertos de un lado (Irán) y decenas de muertos del otro lado (Israel). Nuestro propósito es buscar comprender lo que significa esta guerra para el mundo y su repercusión en cada país, como el Perú.

El choque de civilizaciones fue descrito por Huntington tras analizar paradigmas y comprobar datos o información sobre procesos de «indigenización» o «religiosidad» que se viven en el mundo tras la pérdida de poder de los países socialistas en el año 1989 (por la caída del muro de Berlín). Del contexto bipolar previo, liderado por Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), se pasa a un nuevo contexto internacional tras la derrota de ésta última.

Este nuevo contexto internacional se califica como «multipolar», pero, sobre todo, como «multicivilizacional»[2]. Esto significa que el conjunto de relaciones internacionales y los conflictos que de estas fluyan ya no son entre dos polos o centros, sino entre muchos polos o centros identificados como diferentes «civilizaciones».

Tras el análisis de la información que él conocía, Huntington logró describir que es erróneo afirmar que, tras la caída de la URSS, el modelo capitalista de EE. UU. sería universal (es decir, que, en adelante, todos los países del mundo se alinearían a su modelo). Solo Europa, afectada por la destrucción de la Segunda Guerra Mundial y al encontrarse bajo disputa de los dos bloques tras la guerra, se acercó como una comunidad o unión al nuevo centro de EE. UU. A ellos se sumaría Israel, por su contexto y situación geográfica, y otros países de pasado dominante occidental. Pero los demás países del mundo confrontaron cambios que dieron lugar a la aparición o reaparición de grupos culturales o religiosos, o civilizaciones, que habían permanecido «dormidas» o «controladas» hasta aquel entonces, dando lugar a lo multicivilizacional.

Una de estas civilizaciones que ha reaparecido es la musulmana. Si bien a la fecha no tiene un centro como tal, y se encuentra en disputa su liderazgo a través de los países musulmanes históricos (como Arabia Saudita o Turquía) o los países con el mayor número de musulmanes (como Indonesia o Egipto), el dominio en el uso de la energía atómica o nuclear en manos de uno de estos países podría definir ese liderazgo. A ello apuntó Irán, complementando a Pakistán.

El gobierno teocrático de Irán, musulmán chiita, pugna desde el siglo pasado por la fabricación de una bomba atómica. EE. UU. y sus aliados, como Europa e Israel, se han opuesto a ello, controlando y sancionando sus acciones. En este contexto, el apoyo de Irán a grupos rebeldes o terroristas que atacan a Israel, y la reacción violenta de este país por defenderse de aquellos grupos, llevó a que se enfrente también con el país promotor, Irán, suscitando la actual situación de guerra.

En la guerra, EE. UU. tiene partido. Apoya a Israel. Esto confirma que la guerra de Medio Oriente, no es solo la guerra de dos Estados o países (Israel, un país pequeño, pero con mucho armamento, e Irán, un país gigante comparativamente, pero con la mitad de presupuesto militar), sino una guerra de civilizaciones.

No se acepta la civilización musulmana de Irán por ser un gobierno teocrático que, por su naturaleza religiosa, contradice los conceptos de libertad, individualidad, igualdad y desarrollo de la cultura occidental («odia» a Occidente); y puede llegar a apoyar a grupos rebeldes o terroristas que, más allá de la búsqueda de la liberación del pueblo palestino (el origen de la actual guerra), puede conducir a una situación sin fin con una bomba atómica.

Bajo este corto análisis, podemos entender que el sentido de la guerra de Israel y EE. UU. contra Irán está orientado a detener el tipo de civilización musulmana desarrollado, más que al Estado teocrático que representa. Si bien este país no tiene a la fecha el respaldo de otros países poderosos en armamentos como Rusia o China, ni de sus vecinos teocráticos musulmanes por disputas de hegemonía interna, el futuro no deja de ser controversial. El sentido de este tipo de guerra va más allá de una victoria o una derrota.

El tipo de guerra aplicado por Israel y EE. UU. es de tipo selectivo: de eliminación de aquellas personas que dirigen el gobierno teocrático o de los científicos que participaban en el desarrollo de la bomba atómica, así como la destrucción de los recursos de guerra de Irán. Mientras que los ataques de Irán consisten en el envío de drones y misiles destructivos a distintas partes del territorio ocupado por Israel, pero que son controlados por los recursos de protección de este, sin mayores efectos a la fecha.

Ello conduce a pensar que Irán se encuentra en pérdida.

Pero aquí es importante volver al texto de Samuel Huntington. Las civilizaciones no se acaban en una guerra:

las pretensiones universalistas de Occidente [EE. UU., Europa, Israel], le hacen entrar cada vez más en conflicto con otras civilizaciones, de forma más grave con el islam y China, mientras que en el plano local, las guerras en las líneas de fractura [bajo conflictos identitarios o étnicos], sobre todo entre musulmanes y no musulmanes, genera la «solidaridad de países afines», la amenaza de escalada y, por tanto, los esfuerzos de los Estados centrales [como EE. UU.] para detener dichas guerras[3].

El resultado de esta situación es una o muchas guerras de grandes proporciones: guerras de civilizaciones «no occidentales» que se unirían por la «solidaridad de países afines» contra la civilización «occidental». Si la mayoría de Estados o países son «no occidentales», el desastre es inminente: una guerra mundial que esta vez involucra hasta a los países más pequeños y alejados de distintas civilizaciones.

¿Es posible evitarlo? El mismo Huntington nos acerca una respuesta: «la supervivencia de Occidente depende de que los estadounidenses reafirmen su identidad occidental y los occidentales acepten su identidad como única y no universal»[4]. Es decir, la solución está en cada civilización, y en particular en la misma civilización occidental: reconocer que Occidente no es la «mejor cultura» o «mejor civilización», sino una en el mundo, importante y reconocida por su contribución al bienestar mundial, pero al mismo tiempo diferente y con limitaciones.

Esta respuesta no es una novedad en países pluriculturales como Perú, donde sabemos claramente que lo «no occidental» es real y dominante en los hechos. Las culturas o civilizaciones andinas y amazónicas son una muestra de ello.

En suma, los hechos actuales de Medio Oriente, entre Israel e Irán en particular, nos llevan a comprender lo que ocurre en el mundo y sus diversas civilizaciones. No es un contexto de paz, como hace notar Samuel Huntington. Pero también nos lleva a comprender cómo repercute ese contexto en cada país (incluso en países como el Perú): sus diversas culturas o civilizaciones tampoco tienen un ambiente de paz, de reconocimiento y aceptación mutua. Pero, en ambos contextos, la situación de guerra o conflicto puede prevenirse.

Lima, 15 y 16 de junio de 2025


[1] Huntington, Samuel (2001): El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. Buenos Aires, Paidós, 432 pp., cuarta reimpresión.

[2] Huntington (2001).

[3] Huntington (2001, p. 15).

[4] Huntington (2001, p. 15 [cursiva añadida]).


Profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú y de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Abogado, magíster en CC. SS., y PhD. in Laws.